I Jornada de Estudios sobre Masonería en Argentina y América Latina

Influencia de la Masonería en el Pensamiento Político de la Revolución de Mayo

22 de Mayo de 2010 / Sede de la Masonería Argentina. Pte. Perón 1242. CABA

Libro “Masonería en la Revolución de Mayo. Influencia en el pensamiento político”

Libro “Masonería en la Revolución de Mayo. Influencia en el pensamiento político”
La Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones y a la Universidad de Buenos Aires auspician esta primera edición de nuestro libro “Masonería en la Revolución de Mayo. Influencia en el pensamiento político”, constituyéndose en el primer libro impreso por la editorial de la Gran Logia de la Argentina “Ediciones Masónicas Argentina”. Una investigación del Centro de Estudios para la Gran Reunión Americana, del Equipo de investigación: Ricardo Romero, Roberto Sahakian, Verónica Baston, Antonio Las Heras, Nicolás Breglia, Andrea Marisa Romandetti Dasso, Jorge Cabezas, Sylvia Ruz Moreno, Germán Boure, María del Carmen Romano, Mario Luján Benítez Reyes y textos de Emilio Corbière.

Proyecto de Investigación: Influencia de la Masonería en la Revolución de Mayo

Director: Lic. Ricardo Romero

Nos proponemos en esta investigación analizar los componentes de las ideas masónicas a fin de relacionarlas en su influencia en la construcción del Estado Argentino. Haciendo una construcción analítica de fuentes históricas: documentos, escritos, proclamas y biografías, a fin de dilucidar cuáles fueron los componentes que marcan la influencia de la masonería en el Pensamiento Político de la Revolución de Mayo, sosteniendo que el esquema de Logia permitió un accionar similar a un partido de cuadros en el proceso revolucionario.

Análisis

La Logia Lautaro es la organización emblemática del análisis historiográfico. Debe su nombre a los relatos que contó Bernardo O´Higgins a Miranda sobre la oposición que realizó el toqui mapuche Lautaro a la dominación española de Chile en el siglo XVI. En sus principales objetivos estaba la de lograr la independencia de América, para establecer una confederación de repúblicas. Seguían la línea de los Caballeros Racionales, Logia creada en 1807 y que luego tomaría en Cadiz el nombre mismo de Lautaro.

Es interesante ver que la masonería llega de la mano de los liberales españoles y no de los ingleses, como critica la línea revisionista. De hecho, cuando llegan San Martín y Alvear a Buenos Aires en 1812, venían actuando logias previas, entre la más reconocida fueron las Independencia, una que levantó columnas en 1795 y otra del mismo nombre que trabajaron desde 1806 hasta confluir en la Lautaro. Si bien son logias de influencia masónica, las mismas eran operativas, con lo cual podían salirse del ritualismo y concentrarse en los objetivos específicos establecidos. Además, como comenta José Stevenson Collante, durante el proceso revolucionario, los miembros de la masonería tenían doble investidura, participaban en Logias Regulares Universales y de Logias Operativas de carácter patriótico para la revolución americana. Algunos de los principales miembros a destacar fueron: Francisco de Miranda, Andrés Bello y Simón Bolivar de Venezuela, José María Caro de México, Bernardo O´Higgins de Chiles, Juan Pablo Fretes de Paraguay; y en Argentina actuaron José de San Martín, Carlos de Alvear, Bernardo de Monteagudo, Gervasio Posadas y Tomás Guido, entre otros.

En lo académico, nos señala Emilio Corbiére (La Masonería) que si bien existen marcadas evidencias de los vínculos masónicos, por diversas razones, no se profundizan los análisis de sus implicancias. Existen trabajos que estudian el accionar de las Logias en la región, desde La Logia Lautaro por Emilio Gouchon, La masonería y la independencia de América por Nicolás Navarro, La Logia Lautaro y la independencia americana por Antonio Rodriguez Zuñiga, La Masonería a través de sus hombres por Alcides Lappas, o San Martín, la Logia Lautaro y la Francmasoneria por Fabián Onsari; o análisis específicos estudian la Revolución de Mayo, como uno reciente de Marcela Ternavasio, Gobernar la Revolución, que estudia los poderes en disputa en ese período, y en el cuál la pertenencia de los mismos a la masonería no es problematizada. Y si bien, existe la investigación Lucia Gálvez (Como dios manda? Iglesia, masonería y estado en la Argentina) quien estudia la participación de curas y masones en el proceso emancipatorio.

Lo cierto es, que la mayoría de éstos trabajos tienen un carácter esencialmente histórico y en todo caso, dejan en todo caso como un aspecto anecdótico el vinculo entre masonería y la emancipación, o la mirada se centra en un aspecto histórico del proceso. Se trata de dar una aproximación politológica al análisis para ver los componentes estructurales del pensamiento masónico derivados en el proyecto político de la revolución.



Lanzamiento de la Jornada

martes, 13 de abril de 2010

La Masonería en el proceso emancipador y la Revolución de Mayo. Lic. Tamara Le Gorlois

La Masonería en el proceso emancipador y la Revolución de Mayo


Lic. Tamara Le Gorlois
Maestra de Ceremonias
Licenciada en Turismo
Guía de Turismo
Periodista Turística



Resumen

El trasfondo de la Revolución de Mayo (tal como lo advirtió Bartolomé Mitre en la introducción a su obra “Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina”) fue un proceso emancipador que se gestó "al calor del factor económico".
En ese fragor, es innegable que la presencia masónica durante los Días de Mayo y la Guerra de la Independencia, tuvo un rol protagónico. Así se ve, por ejemplo, que en la formación de la Primera Junta revolucionaria, todos sus miembros (excepto Miguel de Azcuénaga) fueron masones, inclusive el eclesiástico Manuel Alberti. Los integrantes de sociedades revolucionarias y paramasónicas, claves en la gesta independentista, como la Logia Lautaro, la Sociedad Patriótica, el Club de Marcos, los líderes de nuestro primer ejército, marina y prefectura, entre otros, habían sido casi todos iniciados en la Hermandad.
Tampoco fueron pocos los masones que integraron los Triunviratos, la Asamblea del Año XIII, el Congreso de Tucumán, los Directorios. Y la lista sigue con quince de nuestros presidentes, algunos vicepresidentes, juristas, legisladores, eminencias en la cultura, la educación, las ciencias…, muchos de ellos masones.
Con estos antecedentes, el desafío en sí no fue llevar adelante una investigación de los hechos, sino tratar de hacer una presentación sucinta de tan vasta trayectoria masónica.


Ponencia:

A finales de siglo XVIII se vislumbraba el auge del Iluminismo y en Buenos Aires dominaba el espíritu modernizador representado por el gobierno del Virrey Juan José de Vértiz y Salcedo.

La llegada de la Masonería a la América del Sur revolucionaria, fue el resultado de la influencia del liberalismo español y mediterráneo. Comerciantes, militares, intelectuales procedentes de Inglaterra, España, Portugal y Francia, fueron quienes difundieron las logias en América del Sur.

La primera actividad masónica que se desarrolló en Buenos Aires, fue la “Logia Independencia” en 1795, que se reunía cerca de la parroquia de San Telmo. Su sola denominación acusaba en sus integrantes una concepción autonomista para las tierras americanas. Conocida como la de los franceses, la logia obtuvo Carta Constitutiva de la Grande Lodge Generale Ecossaise de France, cuerpo este que fue absorbido el 8 de enero de 1805 por el Gran Oriente de Francia, quedando la logia en libertad de acción de ahí en adelante.

El portugués Juan de Silva Cordero, fundó la Logia San Juan de Jerusalén de la Felicidad de esta parte de América (probablemente desactivada en 1810), con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Maryland.

Las Invasiones Inglesas, por su lado, trajeron en el seno de sus regimientos logias que funcionaban con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Irlanda. Algunos de esos logistas constituyeron en Buenos Aires las logias "Hijos de Hiram" y "La Estrella del Sur", en el barrio de Montserrat; ambas también con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Irlanda, y en cuyo seno fueron iniciados muchos criollos.

También subsistía la "Orden de los Sublimes Caballeros Templarios", y en 1810 se levantaron columnas de la logia criolla "Independencia", que fue dirigida por Julián Baltasar Álvarez (es probable que no haya tenido continuidad con la homónima que la precedió). Esta logia es la que suministró los elementos básicos para la constitución de la Logia Lautaro, con la cual se inició el historial más importante de la Masonería en la Emancipación.

Fueron varios los intereses comerciales que pugnaban por una inminente reacción emancipadora.

La revolución industrial le dio al Reino Unido grandes ventajas en la expansión comercial. El rol de exportadores de productos manufacturados obligó a los británicos a abrir nuevas rutas mercantiles, pero el panorama mundial no favorecía el desarrollo anglosajón. El bloqueo continental que produjo la ocupación napoleónica, como embargo comercial, prohibía la entrada de productos británicos en el continente europeo. También el monopolio que España imponía sobre sus colonias americanas, era otro gran impedimento al intercambio comercial con las islas. La armada británica pretendió conquistar nuevos mercados, en primera medida por la fuerza. Pero sendas invasiones fallidas en el Río de la Plata, entre otros factores, les hizo reflexionar a los británicos sobre la necesidad de extender líneas comerciales en forma más protocolar, para lo cual el seno de la Masonería era un lugar propicio. La fraternidad estrechaba lazos interesantes para intercambiar y concretar metas, tanto las revolucionarias del lado de los patriotas americanos como las mercantiles de los anglosajones.

El iniciado Martín de Álzaga, por ejemplo, fue miembro del Cabildo de Buenos Aires, Alcalde de primer voto y destacado hacendado. Dedicado al contrabando de telas y armas, el monopolio impuesto por España lo benefició con creces, por lo cual se opuso a la apertura comercial. Cuando en 1806 se produjo la primera invasión inglesa en Buenos Aires, puso su fortuna al servicio de la Reconquista. Beresford había ordenado el secuestro de todas las armas en poder de particulares, pero Álzaga era especialista en el tráfico de armas, por lo que pudo reunir centenares, organizó un grupo de conspiradores, alquiló en secreto las casas que daban a la Plaza Mayor y desde allí cavó túneles para minar el fuerte, instando cantones desde los cuales podía hacer frente a los invasores. Su capacidad de organización era notable; tenía una tenaz voluntad y un don natural de mando. Alquiló la chacra de Perdriel, en el actual partido de San Martín, donde los voluntarios se entrenaban y se reunía la caballería. Cuando Santiago de Liniers llegó desde Montevideo y comenzó la Reconquista de Buenos Aires, apareció de repente el ejército secreto de Álzaga, y los ingleses fueron rápidamente vencidos. La flota inglesa no había abandonado el Río de la Plata, y pronto llegaron refuerzos, al mando del general John Whitelocke. Éstos tomaron Montevideo en junio de 1807, eliminando con facilidad las fuerzas del virrey Sobremonte. Álzaga simplemente ordenó el arresto de Sobremonte y su reemplazo por Liniers, como interino. Participó en la organización de las milicias de voluntarios de la ciudad, un ejército de más de seis mil hombres, y pagó con sus propios fondos la formación de un regimiento de asturianos y vizcaínos.

Liniers fue derrotado en los corrales de Miserere, pero Álzaga lo convenció de retomar la defensa. Los ingleses fueron derrotados y se rindieron. Álzaga incluyó en las condiciones de la rendición que debían entregar también Montevideo.

Del otro lado del océano, en Londres, los futuros próceres sudamericanos se iniciaban y afiliaban a la “Gran Reunión Americana” (primera asociación política-secreta), al calor de las ideas liberales de las revoluciones norteamericana y francesa. En la logia figuraban destacados intelectuales y militares, como Francisco de Miranda, Santiago Mariño, Andrés Bello, Simón Rodríguez, y su alumno el general Simón Bolívar (todos ellos venezolanos), Bernardo O'Higgins (chileno), José Joaquín de Olmedo y Vicente Rocafuerte (ambos guayaquileños), entre muchos otros.

Los dos más grandes libertadores sudamericanos, Simón Bolívar, y José Francisco de San Martín, juraron ante esta “asociación”, llevar adelante la causa de la emancipación de Sudamérica, a pesar de las personalidades tan dispares entre ambos paladines.

San Martín comenzó su carrera militar como cadete en el Regimiento de Murcia, mientras estallaba la Revolución Francesa. En 1808, las tropas de Napoleón Bonaparte invadieron la península Ibérica y el rey Fernando VII fue tomado prisionero, convirtiéndose América en territorio libre.

En Madrid se había fundado la filial de la “Gran Reunión Americana”, una sociedad de filiaciones masónicas, fundada por Francisco de Miranda, quién junto con Simón Bolívar, ya luchaba en América por la independencia de Venezuela. Dentro de la hermandad, se relacionó con políticos británicos que le hicieron conocer el Plan de Maitland, estrategia para que América se liberara de España.

Luego, en Cádiz se creó otra, la “Sociedad de Lautaro”. Era el puerto marítimo más frecuentado por los criollos americanos en aquella época, consolidando rápidamente su agrupación.

En sus campañas, San Martín conoció al escocés Lord James Mac Duff, IV Conde de Fife (masón), quien le puso en contacto por primera vez con las logias secretas, círculos de liberales y revolucionarios, que simpatizaban con la lucha por la independencia sudamericana. Entonces San Martín era edecán del famoso gobernador de Cádiz, el General Francisco Solano, Marqués del Socorro), también nacido en América, maestro y espejo del capitán San Martín. Francisco Solano era entonces Venerable en Cádiz, y fue quien inició a San Martín en la Logia gaditana “Integridad N° 7”. Esta logia tenía Carta Constitutiva otorgada por la Logia Provincial de los Antiguos y en 1804 ya figuraba con el Nº 7 en el Gran Oriente Regional de Sevilla. Según el historiador español masón, Augusto Barcia Trelles, San Martín recibe la luz masónica con su grado de aprendiz en 1808. De su primera iniciación, pasó a la Logia Caballeros Racionales Nº 3, donde recibió el Tercer Grado de la Masonería, el de Maestro Masón, el 6 de mayo de 1808. Posteriormente fundó con Alvear la Logia Caballeros Racionales Nº 7.
D ahí en más para el general José de San Martín transcurrirían cuarenta y dos años de vida masónica en no menos de 18 logias.

En 1811, San Martín renunció a su carrera militar en España solicitándole a su jefe pasaporte para viajar a Londres, quien le autorizó y facilitó la salida. Una de las cartas de recomendación con las que contaba, era para James Mac Duff, con quien tuvo contacto en Londres. Allí el dirigente masón no mezquinó colaboración económica y pecuniaria para el viaje de San Martín, junto a otros iniciados como su primo Carlos María de Alvear, José Matías Zapiola, Tomás Guido, Holmberg, Chilavert, Vera Arellano, Andrés Bello y el padre Ramón Eduardo Anchoris, entre otros, quienes se dirigieron el 19 de enero de 1812 rumbo a América para participar de la insurrección contra España.

Desembarcados en Buenos Aires, fueron recibidos por los miembros del Primer Triunvirato y por el doctor Julián Álvarez, quien entonces como jefe de la Masonería local, presidía la "Logia Independencia", la cual suministró los elementos básicos para la Lautaro.

La Logia Lautaro, filial de la Gran Reunión Americana, de Londres, fue una logia pseudomasónica cuyo triángulo primigenio, fue formado en 1813 por San Martín, Alvear y Zapiola (los tres iniciados en logias gaditanas).

Según Mitre, “Las sociedades secretas de los americanos, revestían todas las formas de las Logias Masónicas; pero sólo tenían de tales, los signos, las fórmulas, los grados y los juramentos”.

La Logia Lautaro no fue una logia masónica, fue un taller político-masónico, una logia operativa, donde para afiliarse, era excluyente haber sido iniciado en la Masonería. Se buscaba de esta manera, garantizar la formación moral, civil, intelectual y el consenso de ideas de sus miembros.

En muy breve lapso incorporaría en su seno a los afiliados a la logia de Julián Álvarez y a los dirigentes de la Sociedad Patriótica.

San Martín y Alvear fueron por mucho tiempo los árbitros de esta logia de severa disciplina. De los miembros de la logia, 3 pertenecían al poder ejecutivo, 28 de sus miembros eran representantes en la Asamblea General Constituyente, 13 eran partidarios de San Martín y 24 de Alvear.

El autoritario Triunvirato, convencido de que contaba con la fuerza para imponer arbitrariamente sus decisiones sobre la opinión pública, era un obstáculo insalvable para la Logia, y debía ser derrocado. Chiclana y Nicolás Herrera entraron en vinculaciones con los lautarinos, pero ello no facilitó la ingerencia de la entidad en lo político, pues Rivadavia no estaba dispuesto a compartir ideas. En octubre llegó la noticia de que el Ejército del Norte, contradiciendo las órdenes del Primer Triunvirato de que abandonara la lucha, había vencido a las tropas realistas en la batalla de Tucumán y los habían expulsado hacia el norte.

José de San Martín y Carlos de Alvear, Venerable Maestro de la logia, al comprobar la falta de representatividad y eficacia del primer Triunvirato, congregaron a las tropas frente al Cabildo, el 8 de octubre de 1812. Los granaderos, al mando de su jefe, “se presentaron en la plaza de la Victoria para demostrar a los cabildantes porteños que esta vez la razón tenía como aliada la fuerza” (José Pacífico Otero, Historia del Libertador Don José de San Martín).

Así se impuso el nuevo Triunvirato, llamado Gobierno Superior, compuesto por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte, los tres hermanos de la orden. Rivadavia fue arrestado y obligado a alejarse de Buenos Aires. El primer y más trascendente acto de este nuevo gobierno fue convocar a la Asamblea del año XIII, formadora de leyes de la libertad civil; pero no llegó a declarar la Independencia y redactar una constitución. En pocos meses, la logia adquirió el poder político que necesitaba para llevar adelante sus proyectos de Independencia.

La logia llegó a servir de enlace de los trabajos entre San Martín y el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón, también hermano de la orden. Tanta era la importancia que San Martín concedía a la logia, que la estableció en todas partes adonde se dirigía, organizó las sociedades secretas en Mendoza, Córdoba. Santa Fe, Santiago de Chile y Lima. Todas ellas denominadas Lautaro y manteniendo entre sí activa coordinación y cooperación, mientras se preparaban las fuerzas que irían sobre el Perú, para destruir el foco más poderoso de la resistencia colonial y donde también habría de fundar la Lautaro en Lima. Contaban éstas con los mismos principios y constitución que la Lautaro porteña, a la que habían de someterse, O’Higgins en Chile y el propio San Martín en Lima, como encargados del poder ejecutivo de estos países. San Martín, además fundó la logia del Ejército del Norte, donde Manuel Belgrano fue iniciado y luego pasó a presidir. Debido a sus convicciones católicas, Belgrano nunca fue parte de la Logia Lautaro, aunque casi siempre estuvo de acuerdo con sus posturas. Belgrano a su vez creó la “Logia Argentina” en Tucumán (denominada luego “Unidad Argentina”), que trabajó con Carta Constitutiva otorgada por la Masonería de Nueva Granada. El creador de la Bandera Nacional, también estuvo afiliado a la Logia del Ejército de los Andes, junto a sus más dilectos compañeros de armas.

Otros masones que se unieron a San Martín, y que se destacaron en la guerra emancipadora, fueron Tomás Guido, Antonio Beruti, Tomás de Iriarte y Enrique Martínez, todos generales de la Independencia. El diploma del Grado 33 que Mitre le otorgó a Guido, estrecho colaborador de San Martín y luego diplomático durante del gobierno de Juan Manuel de Rosas, se conserva actualmente en el Archivo General de la Nación.

Asimismo, Beruti, que participó con Domingo French en los días de Mayo, perteneció a la Masonería (logias "Independencia", "Lautaro", "Ejército de los Andes" y "San Juan de la Frontera" de San Juan), y alentó los grupos de choque denominados "Legión Infernal" y los movimientos juveniles “chisperos”.

Todos, de alguna manera, formaron parte de las logias lautarinas, que también tuvieron otros nombres como el de "Logia Ejército de los Andes", y reunió a poco más de trescientos oficiales del ejército durante el Cruce de los Andes.

Julián Álvarez tuvo en los acontecimientos de 1810 y en la década posterior una actividad central, a menudo ignorada por los historiadores. Miembro de una familia rica, pudo estudiar en el Colegio Real de San Carlos, se doctoró en Teología en la Universidad de Córdoba, y en leyes en Chuquisaca. Paralelamente a sus estudios sacerdotales, en Chuquisaca, leyó los libros prohibidos de Rousseau, y los enciclopedistas. Los acontecimientos de Mayo sedujeron al joven a dejar la sotana uniéndose a los revolucionarios. Amigo y gran colaborador del masón Mariano Moreno, trabajó con él en la Secretaría de Gobierno de Buenos Aires. Conocía sus ideas y su famoso Plan de operaciones. Trabajó en el periódico La Gaceta de Buenos Aires, aún luego de la muerte prematura de Moreno.

Álvarez trabajó estrechamente con San Martín hasta 1820, realizando misiones que éste le encomendó u organizando grupos revolucionarios o de choque en Buenos Aires. Fue el nexo entre las ideas morenistas del período de mayo de 1810 y las de San Martín, en Mendoza, durante la organización del Ejército de los Andes, tuvo a su cargo la redacción de La Gaceta y sirvió en la Secretaría de Gobierno.

Desde Mayo hasta el inicio de la anarquía en 1820, Julián Baltasar Álvarez fue uno de los más importantes propulsores de las logias masónicas en ambas orillas del Río de la Plata. Constituyó talleres operativos, reductos paramasónicos, con finalidades políticas, de carácter de sociedades patrióticas, civiles y militares.

Uno de los clubes patrióticos, inspirado por el jefe masónico, fue el que se reunía en el Café de Marco o Marcos. Así se formó el primer club de Buenos Aires, en abril de 1811. Se reunía en el establecimiento de expendio de bebidas y salón de billares fundado en 1804 por el catalán Pedro José Marcos, frente a la iglesia de San Ignacio en la esquina de las actuales calles Bolívar y Alsina. El Club fue centro de varias conjuras contra el saavedrismo organizadas por la juventud morenista, en donde se destacaban Álvarez, Beruti, French, Agustín Donado, Francisco Planes, Salvador Cornet como cabezas del movimiento patriótico. Si bien esta sociedad tenía carácter de logia operativa, sus miembros fueron en mayoría iniciados en las logias masónicas, lo cual explica que se siguieran reuniendo luego de la disolución del Club de Marcos.

En marzo la Junta Gubernativa expidió un decreto, mandando expulsar de la ciudad, en el término de cuarenta y ocho horas, todos los españoles solteros que se encontrasen en ella. El Club tomó como objetivo la redacción y suscripción de una petición al Gobierno, a favor de los españoles comprendidos en el decreto. Mientras esto pareciera un acto de generosidad y beneficencia, era seguro que D. Julián Álvarez lo apoyaría.

Con toda la inexperiencia de la edad juvenil, promovió con calor la petición; la redactó, y fue uno de los diputados del Club para presentarla a la Junta, y obtener la revocación del decreto. La Junta accedió a la petición; pero el decreto que había chocado contra la opinión de algunos miembros, al ser revocado excitó la cólera de otros. Los detractores promovieron una asonada en la que fueron perseguidos quienes pidieron la revocación del decreto. El Cabildo apoyó la petición del pueblo, y proscribieron y encarcelaron a los más notables asistentes al Club de Marcos; entre ellos estaba Don Julián Álvarez, quien advirtió demasiado tarde, que se había abusado de su inexperiencia, haciéndosele partícipe de un miserable complot.

Como todo revolucionario patriota, basculó entre la cárcel y el poder, acorde a las ideas del momento, hasta decidir partir en 1820, al ostracismo en Montevideo con su mujer y su familia.


Bibliografía

1. Barcia Trelles Augusto: “San Martín y la Logia Lautaro” (1948).
2. Carnicelli, Américo: “La Masonería en la Independencia de América”.
3. De Gandía, Enrique: La Independencia de América y Las Sociedades Secretas, Ed. Sudamérica - Santa Fe, 1994.
4. Lappas, Alcibíades: La Masonería Argentina a Través de sus Hombres, Buenos Aires, 1966.
5. Lascano, Martín Victoriano: “Las Sociedades Secretas, Políticas y Masónicas en Buenos Aires”. El Ateneo, Buenos Aires 1927.
6. López, Vicente Fidel: "Historia de la República Argentina". Buenos Aires, 1912.
7. Mendoza Silva, Eduardo: “Masonería Pre Republicana”.
8. Mitre, Bartolomé: “Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina”. Imprenta de Mayo, Buenos Aires, Argentina, 1859, Tomo II, página 273.
9. Onsari, Fabián: San Martín, la Logia Lautaro y la francmasonería. 1951. Avellaneda.
10. Terragno Rodolfo: "Maitland & San Martín" editado por la Universidad Nacional de Quilmes en 1998.

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